Érase
una vez un reino muy lejano donde nació una bella princesa llamada Aurora. Su familia,
el rey y la reina, estaban deseando tener una hija y para celebrar su
nacimiento se organizó una fiesta a la que asistieron todos los miembros de la
Corte, amigos/as de los reyes, habitantes del reino y tres hadas. Dichas hadas le
proporcionaron diferentes regalos a la princesa como agradecimiento de haber
sido invitadas a la gran fiesta.
- - Te mereces el don de la belleza- dijo una de las hadas mientras le regalaba el don haciendo magia con su varita.
- - Pues yo te regalaré el don de la amistad, para que seas la más querida del reino- dijo otra de las hadas.
- - Siendo querida y bella deberás ser feliz, por eso te proporcionaré el don de la alegría- dijo la última hada invitada a la fiesta.
Sin
embargo, se presentó al bautizo una malvada bruja llamada Maléfica, la cual, enfadada
por no haber sido invitada, usó sus poderes y echó una maldición a la princesa.
- - No he sido invitada a la fiesta, por eso, debo castigar a los reyes y yo no te regalaré ningún don. Te echaré una maldición para que a los quince años mueras al pincharte con una aguja- conjuró la malvada bruja.
Una
de las hadas, escandalizada al oír esto, decidió intentar cambiar la maldición
para evitar la prematura muerte de la princesa Aurora.
- - No morirás a los dieciséis años de un pinchazo, pero caerás en un sueño profundo y solo podrá despertarte un beso de amor verdadero.
Tras
esto, el rey trató por todos los medios de evitar aquella desdicha para la
joven princesa. Dio órdenes para que toda máquina con
dedales que hubiese en el reino fuera destruida y para que quemaran todas las
agujas del reino y aislaron a la pequeña en una cabaña en el bosque con las
hadas madrinas.
Mientras
tanto, los regalos de las otras hadas se cumplían plenamente en la joven
princesa.
Tras haber pasado escondida en el bosque muchos años debido a
la maldición recibida por Maléfica, , llegó el día de su decimosexto
cumpleaños. Aurora, acompañada de sus tres madrinas, regresó al castillo.
- Venga, no te entretengas, que ya vamos tarde- Dijo
el hada Fauna.
- ¡Ay! Seguro que en el palacio tienen todo
preparado, estoy ansiosa por ver cómo han decorado todo. Siguió
el Hada Flora.
- No entiendo mi regreso al palacio, prefiero estar
en el bosque y seguir con mi vida tal como está. Exclamó
Aurora.
- Ay… ¿podemos hacer una “paradita”, por favor? Ya estoy
cansada. Repetía una y otra vez el hada más pequeña,
Primavera.
Poco a poco, después de un largo y costoso
camino lleno de quejas y riñas, al fin llegaron al castillo. Allí, la
recibieron como se merecía, todo el pueblo reunido, regalos, una gran cena…
- ¡Viva la princesa! ¡Al fin después de tanto tiempo la
volvemos a ver! ¡Qué mayor y guapa está!... exclamaba todo
el pueblo contento y asombrado.
- ¡Viva la princesa! ¡Al fin después de tanto tiempo la
volvemos a ver! ¡Qué mayor y guapa está!... exclamaba todo
el pueblo contento y asombrado.
El rey y la reina apresurados fueron a abrazar a su única hija con lágrimas de alegría en los ojos.
- ¡Querida hija, cuánto te hemos echado de menos! Ya nunca
nos volveremos a separar.
Aurora, agobiada por el recibimiento, miraba
a todo el mundo como si de ranas con pelo se trataran y susurraba a su hada madrina:
- Por favor, sácame de aquí… o al menos no te separes de mí. Suplicó la joven.
- Aurora, pero si esta es tu familia, ves a esa señora de ahí
-señaló a una campesina- pues ella te acunó cuando apenas
tenía días de vida y lleva siendo vecina de palacio toda la
vida.
Todo invitado e invitada ofreció a su
princesa diferentes regalos, pero el mayor de los presentes lo encontraría en
su habitación.
Aurora subió apresuradamente para poder
descubrir su magnífico regalo. En su interior contenía un vestido hecho por sus
madrinas. Antes de ponérselo, observó que en una de las mangas había una aguja
con la que casi se pincha, fue a quitarla, pero en ese instante escuchó la voz
de su padre, que sin saberlo la había salvado de la maldición.
- ¡Aurora, baja al comedor, ya está lista la cena! Todos te
están esperando.
- En seguida voy …eh … ¿papá?
Aurora dejó lo que estaba haciendo y bajó
corriendo. Bajando las escaleras para ir al comedor, se agarró al pasamanos,
pero se dio cuenta de que tenía una astilla punzante y retiró su mano
inmediatamente.
- ¡Uy! Por los pelos… Deberían pulir un poco esta barandilla,
esto en el bosque no pasaba, ¡ay! Con lo feliz que era yo
allí…
- No digas eso, valora la familia que tienes, porque te
quieren muchísimo… y ¡venga, que tengo hambre! Respondió
de la nada el hada pequeña.
Al llegar al comedor se encontró con todos los y las habitantes del pueblo y se llevó una grata sorpresa. Sin embargo, debido a su estancia en el bosque, no estaba acostumbrada a estar rodeada de tanta gente y por lo tanto seguía asustada.
Todo el mundo levantó la copa y brindaron por la Princesa.
Comenzaron a comer, no obstante, quedaba siempre tiempo para una bonita
conversación sobre los años de Aurora en el bosque.
- Y… cuéntame, hija mía, ¿cómo te han cuidado
tus madrinas?
¿Necesitabas el calor maternal de mis brazos y mi corazón?
¿Necesitabas el calor maternal de mis brazos y mi corazón?
- Eh… no sé, supongo… pero las hadas me han
dado todo el
amor que he necesitado y he crecido feliz, rodeada de
la naturaleza tranquila… no como aquí.
amor que he necesitado y he crecido feliz, rodeada de
la naturaleza tranquila… no como aquí.
Todo el mundo giró la cabeza hacia ella, expectante a la
respuesta que la salvaría de ese marrón.
- Bueno, que esto está muy bien, pero… no había visto tanta
gente en mi vida.
- Hija, pero como princesa que eres debes de estar rodeada
de tu pueblo.
El rey, al ver que Aurora estaba incómoda con
el tema de conversación, decidió cambiarlo:
- Bueno Aurora, ya que has vuelto tendrás que ir pensando
con quién contraerás matrimonio, ¿no? En el reino vecino el príncipe Felipe está buscando esposa y he pensado en
presentarte.
-
- ¿Matrimonio?
- miró asustada a sus hadas y sin saber cómo responder a las palabras que había
pronunciado su
padre.
padre.
El hada más pequeña comenzó a reír y en ese
instante el hada Flora y más mayor tapó la boca de esta y respondió
seguidamente:
- Querido rey, no creo que Aurora esté preparada
para ese paso en su vida.
- Nunca se está preparada, yo me casé con 15 años y
aquí
estoy, al lado del Rey y plenamente feliz. Dijo altanera
la reina.
Aurora, con cara de frustración, miró a su madre y contestó
firmemente:
- ¡Ese es tu ideal!, para mí casarme no es una
prioridad, y
menos con cualquiera.
- ¿Pero cómo puedes decir eso? Eres una mujer, no te
puedes negar, - alzó la voz la reina y preguntó con
retintín- ¿qué va a ser de ti si no te casas?
- Mamá, pues hay muchas cosas por hacer. Lo que sí que
tengo claro es que si me caso será con la persona que yo
decida y ame. Pero eso no me corre prisa, primero quiero
estudiar y aprender lo necesario para llevar el reino
adelante.
Enseguida el rey la interrumpió diciendo:
- Pero hija, si te casas con el príncipe no
necesitarás saber
nada de eso, porque será él quien se encargue de todo.
- ¿Qué dices? Si este es nuestro reino, tendrá que dirigirlo
alguien que pertenezca a él, y esa soy yo. Respondió Aurora
ofuscada.
- Bueno, hija, dejemos este tema para otro momento,
disfrutemos ahora de tu llegada y de la comida.
Comenzaron a comer y en el primer plato se presentaron las
famosas sardinas asadas con patatas. Aurora, después de todo lo que se había
hablado, no prestó atención a las espinas del pescado, y de un momento a otro
notó cómo se pinchaba con las espinas de las sardinas.
Comenzó a adormecerse y todos/as horrorizados/as corrieron a
ver qué había sucedido al percatarse de ello. Se dieron cuenta de que una de
las espinas de la sardina se le había pinchado en el dedo.
La maldición había llegado de la forma menos esperada y cuando
todos y todas pensaban que ya no se cumpliría, debido a que apenas quedaban minutos
para que terminase el día. Aurora se desvaneció en el suelo y en ese momento
todos los/las asistentes de la fiesta fueron a socorrerla.
- Y ella que no quería casarse… ¿ves? Ahora necesita
un
hombre para despertarla- dijo horrorizada la reina
mirando a su marido.
Rápidamente, trasladaron a la princesa a sus aposentos, prepararon
todo lo necesario, cerraron las puertas del castillo y comenzó la indecisión.
Todos/as los/las asistentes apresurados/as empezaron a pensar
diferentes maneras de cómo despertarla, muchos/as barajaban la idea de un
príncipe, otros/as la daban por perdida y las hadas solo encontraban respuesta
en su magia.
Tras darle muchas vueltas durante un rato, desistieron de
hallar una solución, algunos/as entre llantos y otros/as ya medio dormidos/as
escucharon un leve y dulce suspiro. En ese momento, Aurora se despertó, sin
ningún beso y todos/as quedaron asombrados/as.
Los presentes, desconcertados y alucinados, no entendían cómo
había sido posible romper la maldición sin un príncipe, ya que la solución era
el amor verdadero.
Un hada se dio por aludida y pensó que su magia había roto el
hechizo, sin embargo, otra Hada aclaró que era imposible.
De un momento a otro, Aurora medio aturdida dio respuesta a todas
las dudas presentadas:
- No entiendo por qué os sorprendéis tanto, mi
maldición
decía que me despertaría con el amor verdadero. Y no hay
amor más
verdadero que el que debemos sentir por
nosotros/as mismos/as. Y si en algo me
han educado mis
madrinas es en amar, no puedo querer a los demás, si antes
no
me quiero y acepto a mí misma, con mi cualidades y
defectos. Y así lo hago, me
amo de verdad.
La reina emocionada dejó atrás todos sus ideales anteriores y
aceptó sorprendentemente las palabras de su hija.
- Aurora, me siento orgullosa de ti, reinarás con
buen
corazón y recordarán tu nombre a lo largo de los años. No
necesitas a
nadie que te haga sombra, ni piense por ti.
- Estoy de acuerdo, si algún día decides casarte nos
harás
muy felices, pero si no lo haces y eres feliz, nosotros
también. –
intervino el rey lleno de orgullo.
Agradecidos y agradecidas todos y todas por este feliz
desenlace, regresaron al comedor a continuar con la gran cena, ya sin sardinas
ni maldición.
Y colorín colorado,
este cuento se ha terminado.
FIN
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